Con un cuerpo atlético pero crudo, Aury Cruz debutó a los 15 años en el cuadro regular de la Selección Nacional adulta de Puerto Rico en el 1997. Desde entonces no se ha bajado de ese potro, indistintamente del uniforme que esté vistiendo.
El producto de las categorías Avoli en Toa Baja tuvo etiqueta de gran jugadora desde su temprana adolescencia y, para su crédito, vivió con la marca, más cumplió las expectativas, tal vez hasta superándolas porque sigue escalando en el deporte.
Se dan atletas como Cruz, pero muchas veces no aguantan las etiquetas y terminan fallándole a las expectativas. Haciendo esa diferencia, no son muchos los que como la destacada voleibolista llegan a ser lo prometido. Cruz es, en fin, una atleta realizada.
Nació con varios dones: atlética, saltadora, aerodinámica (liviana) y saludable. Todo junto le ha permitido ser una gran pasadora – una cualidad que no tiene precio en el voleibol- una buena defensa, así como una adecuada ofensiva, y ha tenido la durabilidad (libre de lesiones) para mantenerse consistentemente al tope de su juego, algo así como los casos de Roger Federer y Carl Ripken.
Pero no le dieron fuerza en el brazo o estatura europea o anglosajona. Su pegada no rompe bloqueos, como lo puede hacer Karina Ocasio. Su ofensiva se basa en astucia, de tiros a donde están los huecos defensivos, de jugar con las manos del bloqueo contrario. Y su estatura es una desventaja ante un bloqueo mucho más alto.
Sin embargo, sus limitaciones la hacen más grande porque supo superarlas o combatirlas con las cualidades que sí tiene. En otras palabras, Cruz entendió quién es como jugadora, cuáles son sus fortalezas y trabajó sobre éstas. Hoy día, los equipos profesionales y la Selección la buscan y la necesitan.